El entorno del parque
Los colegios
El Parque de Montecarmelo está flanqueado por dos colegios (el Colegio Alemán y el Colegio Santa María La Blanca) y una escuela infantil (Sol Solito), y en sus inmediaciones hay sendas pistas de baloncesto y patinaje, por lo que es muy transitado por niños e incluso escenario de actividades escolares al aire libre.
También es frecuente la presencia de niños en la zona “de las campanas”, llamada así por las gigantescas campanas diatónicas en las que los pequeños ejercitan sus habilidades y arrancan sus mejores registros a esta variante literal del heavy metal.
Los vecinos
Al tratarse de una parcela que, por ahora, no recibe ningún cuidado municipal, son los propios vecinos quienes hacen al Parque merecedor de este nombre. Los vecinos, tanto paseantes como deportistas, han abierto senderos con su constante ir y venir; han instalado unas magníficas mesas de madera rústica; han plantado numerosos árboles y cuidan de ellos; pasean sus perros y han improvisado horarios y puntos de reunión para sus mascotas; y hasta se las apañan, con sus precarios medios, para mantener a raya la basura dentro del Parque. Incluso llegaron a instalar una biblioteca infantil al aire libre que funcionó activamente durante los meses de verano, pero acabó sucumbiendo a las inclemencias invernales.
Movilizaciones
Asimismo, los vecinos se han movilizado contra la tala de árboles del Parque y, en señal de duelo por los árboles desaparecidos, han improvisado un rudimentario y efímero monumento conmemorativo, consistente en un pequeño bosque de cruces elaboradas con los palos y ramas que quedaron esparcidos por el suelo tras la retirada de los árboles y una larga hilera de cruces rojas y blancas que corona la hondonada, ahora vacía, donde antes hubo una frondosa vegetación.
El cementerio
Un ámbito que delimita e imprime un carácter especial al Parque de Montecarmelo es el contiguo cementerio de Fuencarral. La vieja necrópolis se interpone entre los inevitables ruidos de la ciudad y el sosiego natural del parque. Además de funcionar como barrera acústica, el cementerio es un entorno que aporta gravedad y trascendencia a la zona, una presencia integrada que trasmite calma y armonía, aunque el paseante no se percate necesariamente de ella. Ambos, parque y cementerio, se complementan y juntos ofrecen un marco de tranquilidad y quietud.
